dijous, 25 de desembre del 2014

Daniel y el árbol de Navidad, un conte de Núria Rivera







Daniel y el árbol de Navidad


La sala estaba repleta de niños, que sentados en el suelo, esperaban emocionados e inquietos que empezara la función. 

Los había de todas las edades: de tres años, de cuatro, de cinco. Los había más grandes: de diez y de doce y de dieciocho y veinte. También había papás y maestras incluso unos pocos abuelitos.

Todos esperaban lo mismo. A la señorita Mari Carmen, que como todos los años, desde hacía mucho tiempo, iba a contarles un cuento. Pero esta vez iba a ser especial porque sería el último.

La señorita Mari Carmen había sido la maestra de muchos de aquellos niños y también de sus papás. Era muy famosa en el colegio, la llamaban Cuentacuentos porque con sus historias había hecho que muchos niños se interesaran por la lectura.

Cuando entró la sala se unió en un aplauso. Se sentó en un gran sillón que había en mitad de escenario improvisado y cogió el libro que reposaba sobre una mesa auxiliar.

Todos los niños miraban expectantes, casi contenían la respiración. Todos, menos uno. Este, ajeno al grupo, daba vueltas por el fondo de la sala sin prestar atención, solo a sus manitas que aleteaba con ímpetu y emoción.

Desde un rincón, una mamá, lo miraba dar vueltas sin entender muy bien porque su pequeño Daniel no era como los demás niños.

La señorita Mari Carmen abrió el libro por el lugar en el que sobresalía una cinta de color rojo y dijo de pronto.

Érase una vez...

Leyó varios párrafos, el silencio era casi absoluto, el auditorio seducido la escuchaba embelesado, pero algo llamó su atención.

Uno, dos, tres, cuatro... Uno, dos, tres, cuatro...

Levantó sus ojos del libro. A lo lejos, una maestra corría tras un niño y pretendía sentarlo con el grupo. Pero el niño se revolvía y contaba una y otra vez. Estaba a lo suyo, aquel cuento no le interesaba.

La señorita Mari Carmen volvió a la lectura y entonó con misterio:

Los copos de nieve caían caprichosos, y los niños, detrás de los ventanales, miraban entre emocionados y temerosos las pisadas que se hundían en el gran manto blanco que en la noche había cubierto el jardín...

Su mirada volvió al fondo de la sala. El pequeño Daniel daba vueltas alrededor del árbol de Navidad y quiso coger una bola que lo tenía muy cautivado, pero la maestra no le dejó. Seguía en su empeño de sentarlo junto al grupo.

Cerró el libro con ambas manos. ¡Plof! El golpe seco que sonó despertó del ensueño al auditorio. Se levantó del sillón sin poder apartar la mirada de aquel niño, el árbol y la bola.

Ese es Daniel, siempre está solo —dijo un niño con gafas— .
 Nunca se junta con nosotros. 

Tal vez por eso, somos nosotros los que debemos ir a él —contesto. Dejó el libro sobre la mesa y se dirigió al público.

Hoy quería contaros como tres pequeños duendes del país del sol, descubrían la Navidad. Pero no lo haré.

Un gran ¡oh! retumbó en la sala. Era el último cuento que había escrito, ya no escribiría ni les contaría ninguno más. Todos querían escucharlo.

Hoy voy a irme allí —continuó la señorita Mari Carmen y señaló al fondo de la sala y al pequeño Daniel— y le voy a acercar la Navidad a aquel niño tan especial.


Salió del escenario y algunos niños la siguieron. Las maestras, desconcertadas porque su rutina se cambiaba, hicieron que los niños más pequeños formaran un círculo alrededor de la señorita Mari Carmen y el árbol de Navidad donde Daniel seguía en su empeño de contar y coger las bolas. No entendían porque tenía aquel juego tan absurdo.


Daniel no se inmutó ante la presencia de la Cuentacuentos, siguió a lo suyo. Pero está le tocó el hombro y lo llamó por su nombre. Cuando consiguió que el niño la mirara le hizo unos gestos extraños y le habló.







¿Quieres que te ayude? —cogió una bola de unas de las ramas del árbol y se la dio- ¿Esta bola es lo que quieres?.

El niño la cogió y la miró detenidamente, captando todos sus brillos y esbozó una sonrisa, la retuvo en una de sus manos.

Luego señaló arriba, al lugar más alejado del árbol. A la estrella que lo coronaba. Entonces, la Señorita Mari Carmen, cogió la manita del niño y dibujó en su pecho un movimiento que lo acompañó diciéndole:

Quiero la estrella.





Muchos niños que estaban sentados en la rueda repitieron el gesto sobre sí mismos y dijeron en voz alta Quiero...

Un coro desajustado sonó en la sala y cada uno de ellos nombró una cosa: la bola, los regalitos, la piña, el ángel, las golosinas... 

El pequeño Daniel dijo un sí que quedó aplastado por el murmullo, pero la vieja Cuentacuentos le había escuchado y le entregó la estrella.

El niño atesoraba ambos objetos en sus manos, pero no dejaba de mirar algo que brillaba con hilos de colorines brillantes y caía sobre algunas ramas del árbol. 

Dejó caer la bola que rodó por el suelo y animado por la señorita Mari Carmen hizo un gesto parecido al que ella le había mostrado y señaló con su dedito la cinta que brillaba.





Ah, quieres el espumillón —cogió una cinta que sobresalía y se la dio.

El pequeño Daniel soltó entonces la estrella y con ambas manos cogió aquella extraña textura, la tocó y se la acercó a la cara.

Entonces un niño del grupo replicó:

¿Pero va a desmontar el árbol?

Tal vez Daniel no sabe qué es la Navidad, pero podemos enseñársela —contestó la señorita Mari Carmen—. ¿Queréis ayudarme?


Un niño se acercó con la bola que había rodado, se la puso a Daniel en las manos y le ayudó a colocarla en una rama del árbol. Va aquí, le dijo. 

Una niña cogió la estrella del suelo y se la dio, le dijo que se ponía en lo alto, para que así todos la vieran y se puso de puntillas, señaló el lugar más alto con sus dedos y Daniel levantó la estrella que tenía apretada en su mano, se estiró todo lo que podía, quería colocarla. 

Un papá se acercó, le ofreció sus brazos y le preguntó si lo ayudaba. Daniel elevó sus manos al aire y el papá lo alzó para que pudiera coronar el árbol con la estrella que brillaba. 

Después lo dejó en el suelo y otros niños se le acercaron y le ofrecieron el espumillón. Junto a ellos lo dejó caer sobre las ramas del árbol de Navidad.

Daniel reía y miraba aquel árbol con otros ojos. Dio varias vueltas a su alrededor, pero ya no lo tocó.

Entonces la señorita Mari Carmen miró a los niños de la rueda y a los papás, las maestras y a los abuelitos y les dijo:

Las palabras nos ayudan, aunque no a todos. Pero siempre podemos inventar la forma de entendernos. Es la magia que le ponemos a los gestos y el amor lo que nos llega al corazón.

La señorita Mari Carmen metió la mano en su bolsillo y le entregó a Daniel unas cartas (con los pictogramas del árbol de navidad, las bolas, la estrella y el espumillón), luego se despidió de todos con el gesto universal del adiós.


Feliz Navidad! Bon Nadal!!



Núria Rivera Nogales 

Diciembre de 2014











dijous, 11 de desembre del 2014

Xerrada sobre la inclusió a l'escola dels nens amb autisme

Ahir, en el marc d'un seminari per a mestres de la zona de Mollet i rodalíes, al CEIP Joan Abelló, la psicoanalista Neus Carbonell, coautora del llibre No todo sobre el autísmo, va fer una xerrada que tractava de les particularitats de la inclusió a l'escola dels nens amb autisme.
En podeu trobar la notícia que en va fer Vallesvisió, en el seu programa informatiu, a partir del minut 15 del següen enllaç:

http://vallesvisio.xiptv.cat/informatius/capitol/valles-visio-noticies-10-de-desembre-de-2014#.VInTkLMaEXc.gmail